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Perreras municipales en los años 90 (*)

“La ausencia de rabia y la existencia de un método económico y eficaz para evitar la reproducción indiscriminada de animales indicaban que, como nunca antes, estaban dadas las condiciones para que cesaran las matanzas de animales domésticos en los antirrábicos. Esta propuesta conquistaba los pueblos sin estructuras municipales anquilosadas pero era desoída en las grandes ciudades cuyas “perreras” solían ser el reducto de empleados municipales sumariados y de funcionarios que para disimular su inoperancia aducían como razón para matar la falta de recursos. En la década de 1990 aún sostenían que controlar la superpoblación mediante la esterilización quirúrgica era un método costoso, insuficiente y poco aceptado por los dueños de animales. 
Pero la realidad era que si los vecinos se empeñaban en esterilizar a sus animales, los propios antirrábicos municipales se ocupaban de desalentarlos. Los pocos turnos disponibles eran otorgados con tanta anticipación que en el ínterin las perras tenían tiempo de parir varias camadas de cachorros. Las exigencias, tantas y tan complicadas, desmoralizaba al más entusiasta y, directamente, espantaba a quien no dispusiera de una respetable suma de dinero para afrontarlas. Pese a que los antirrábicos solían estar provistos de insumos se le pedía al contribuyente que aportara antibióticos, anestésicos, hojitas de afeitar y algodón en cantidades que excedía lo necesario para operar al animal. Si el vecino compraba todo aquello que se le exigía pero tenía la mala idea de arribar al antirrábico en automóvil podía ser descalificado por ‘pudiente’. Como norma todos los antirrábicos evitaban informar acerca de sus actividades, del número de animales capturados o de los mecanismos utilizados para quitarles la vida. Esta conducta obedecía a que no deseaban quedar como verdugos ante la opinión pública ni querían ventilar el destino de las partidas presupuestarias, cuando poco y nada tenían para exhibir en materia de política sanitaria. La imprecisión sobre el funcionamiento de los antirrábicos dificultaba que las protectoras interesaran a la opinión pública o iniciaran acciones judiciales […]”.

 (*) Urich, Silvia (2013) Los perritos bandidos, la protección de los animales de la Ley Sarmiento a la Ley Perón. Buenos Aires: Catálogos, p. 305. 

 Les dejo un video de los años 50 cuando había pocos métodos para evitar la reproducción de perros y gatos. La narración también demuestra los cambios que la sociedad ha experimentado acerca de los animales domésticos. Sin embargo, este paradigma de “animal-fábrica” aún existe en los criaderos.